domingo, octubre 09, 2011

Félix Romeo


El viernes murió Félix Romeo. No lo conocía, y tan sólo lo había visto una vez hablar en una presentación de Javier Tomeo, su amigo. Romeo le iba recordando a Tomeo fragmentos de su vida o de su obra y el otro se sorprendía. Eran un dueto cómico absurdo, como las novelas de Tomeo.

Ayer rescaté “Dibujos animados” de una estantería. Aún lleva el precio puesto. 300 pesetas.Lo compre en mi primer año en Madrid, el 99, en el SEPU, unos grandes almacenes de la Gran Vía que a veces tenían libros de saldo. Alguien me dijo que las escaleras mecánicas del SEPU habían sido las primeras de Madrid. Ayer la ministra Sinde contaba en el País que en una visita a Zaragoza Romeo los llevó a ver las primeras escaleras mecánicas de aquella ciudad. Pequeñas tontadas coincidentes.

Donde estaba el Sepu hay un Zara o algo así, porque ahora siempre hay un Zara donde antes había otras cosas.

Ayer me leí “Dibujos animados”, libro triste, más hoy, y a la vez lleno de humor, de la sección del humor triste. Recordaba todo un poco a "Lo peor de todo", de Loriga, pero me gustó más este.

"Fui a una academia para aprender mecanografía. La academia Villa Villita. Métodos audiovisuales. Te ponían un trozo de madera encima de la máquina y tenías que estar haciendo Asaf ñlkj fdsa jklñ durante toda una mañana. Era la tarea más aburrida del mundo. Allí había un abuelo de 90 años. Intentaba aprender a escribir a máquina. Lo extraño es que no sabía escribir. Era una cosa idioata Ahí estaba el abuelo haciendo ñlkj fdsa jklñ toda la mañana. Me pregunto si sabía leer. Durante un tiempo pensé que no era mal trabajo ser profesor de mecanografía. Era muy fácil.

Luego llegó una tipa que estaba loca con Cleopatra y con Egipto y las pirámides. Se compraba todo lo que tuviera que ver con las pirámides y con Cleopatra. Y hacía jeroglíficos. Su vida era un jeroglífico. Llevaba un colgante con una serpiente. Dorado, muy dorado. Quería ser secretaria. Imagino que quería ser secretaria de Tutankamón o de una momia o así. Se llamaba Olga o Anarrosa. Si le hubiera acercado un alfiler le habrían explotado los carrillos. Como si guardara allí una docena de litros de leche de burra. Quería ser secretaria para ir a Egipto. “Quiero se secretaria para ir a Egipto”, eso decía por la mañana nada más llegar. Y nadie se lo preguntaba. No se lo preguntaba el viejo que quería a prender a escribir a máquina sin saber escribir ni tampoco se lo preguntaba yo. Y allí no había nadie más. Cuatro horas al día. Éramos un buen grupo. A las academias sólo van chalados. Y yo lo estaba al seguir allí con esa panda haciendo todo el dia Asaf ñlkj y así".