jueves, enero 31, 2008

Fin de un viaje. Algunos datos

Pintada en Montevideo

murga en Colonia, Uruguay
Aquí actúa en la Clamores pero en Buenos Aires ahí está, en plena calle Corrientes

Neruda tuvo que reflejare en este espejo de Valparaiso

Valparaiso

En Montevideo. Tenía un toque de peli de Batman

La Rambla, en Montevideo

Casa tienda en Cabo Polonio

Cabo Polonio


Seguí viajando pero no escribiendo. También seguí leyendo la prensa local. Por esa época existía un bloqueo de los argentinos a las carreteras que unen Argentina con Uruguay por una papelera que los uruguayos querían o quieren construir en el Río de la plata. Leí cosas como esta: “Antipiqueteros volvieron a la plaza, pero sólo eran ocho. Cuentan con que el sábado acuda más gente” . “Los ambientalistas (ecologistas) tal vez levanten el bloqueo para que la gente pueda ir a ver a Serrat”. Sobre un juicio en Argentina: “Uno de los puntos más discutidos no tuvo que ver con el crimen sino con la intensidad del aire acondicionado. El abogado de Carrascosa argumentó ser alérgico y pidió que lo bajaran. La jueza accedió pero aclaró que para ella estaba bien.”

Después fui a Chile. Pude leer necrológicas en el Mercurio de Valparaíso que decían cosas como: “Tenemos el sentimiento de comunicar el fallecimiento de nuestra querida hija, madre, abuelita, bisabuelita, suegra, hermana, tía y señora”. En otra necrológica sobre un doctor muerto leí algo que parecía humor negro: “tenía infinita paciencia con los enfermos terminales”.

Hoy hace un año de este viaje y he rescatado de la memoria y de una libretilla unos cuantos datos tal vez útiles para futuros viajeros a los que google traiga por aquí.

Del aeropuerto de Montevideo al centro habrá como 30 minutos de autobús. Esos autobuses pasan por la vía principal de Montevideo, que es paralela a la Avenida San José, donde hay bastantes hoteles. Me alojé en el Richmond, Calle San José 134, unos 16 dólares con desayuno en febrero del 2007. Sin aire acondicionado pero con unos grandes ventiladores en el techo. Las habitaciones de la parte de arriba mejor. El California, en la misma calle también estaba bien y tenía aire acondicionado.

Era la época del carnaval de Montevideo, uno de los más largos del mundo. Sorprende si no conoces la influencia de la cultura africana en Uruguay. Aparte del candombee tienen murgas, supongo que heredadas de las de Cádiz.

En Colonia hay mucha oferta de alojamiento. El Youth Hostal está bastante bien.

Para ir a Cabo Polonio hay varios autobuses al día. Eran como tres o cuatro horas de viaje. Te dejan en una parada donde hay que coger una camioneta todoterreno. En Cabo Polonio hay pequeños hostales. Yo estuve en el hostal de Jerry y su mujer. En realidad es su casa, y destinan dos habitaciones a hostal. Si se buscan grandes camas, duchas de agua abundante no es el lugar, pero no estaba mal, se veía el mar desde las ventanas, Jerry te podía invitar a fumar o contarte historias de cuando vivió en Lavapiés y ponía buena música. Todo esto por unos doce dólares más o menos con desayuno. Otra posibilidad es alquilar una casa. Creo que estaban a partir de los 35 dólares día así que para quien viaje en grupo es una buena opción.

Después fui a Florianópolis. La zona norte de la isla estaba llena de turistas, tal vez porque eran vísperas de carnaval. Estuve en Barra de Lagoa, repleto de jóvenes argentinos y chilenos. Algo decepcionante. El sur mejor, sobre todo Pantano do Sur, un pueblecito marinero donde la gente, cuando iba a la playa en coche, iba literalmente a la playa en coche. Eso sí, después algunos se veían mal para sacarlo de la arena. Y allí en la arena seguían las barcas de los pescadores y al lado una vieja nave que era su centro social.

Eso fue todo...

jueves, enero 24, 2008

Crónica de un viaje III. Colonia, Florianópolis





Las dos primeras fotos de Florianápolis capital,. Las otras, de Colonia, Uruguay. La plaza de toros, inaugurada en 1910 y cerrada en 1912 porque se prohibieron los toros.

Me dio tiempo a leer algo de la prensa uruguaya. El periódico más leído es El Pais. Se podían leer cosas como “panadería atacada por um solitario y violento rapiñero”. Se hablaba mucho de um diputado que se aprovechó de sus influencias para sacarse el “carnet de pobre” y no tener que pagar um tratamiento médico. Da gusto ver que hay gente que está em la política para hacerse pobre, no como algunos políticos patrios (recordemos a Zaplana). También hablan de un militar encarcelado por pertenecer a la triple A, o a la operación Cóndor que ya ha intentado fugarse dos veces. La primera consiguió salir de la cárcel. Cuando lo pillaron se había hecho extensiones. Y especifica el periódico que eran de color caoba. Ay, la decadencia de las dictaduras, qué mala es. Ahora estaba planeando fugarse, lo pillaron com uma sierra y dulce de membrillo. Según el País “el dulce de membrillo era para untar los barrotes y corroerlos, lo cual ayudaría a limarlos.” Hay que señalar que “el Pais” de Uruguay se parece más a nuestro “El Mundo”, com estas teorías membrilleras.


También estuve em Colonia de Sacramento. Muy bonito. Contaría más cosas pero me voy a cenar.

Ahora estoy em Brasil. Unos apuntes: el azúcar es más fino. El café más fuerte, las mujeres muestran mucho canalillo, que diría mi madre, me daría vergüenza bailar a su lado y aunque por escrito se les entiende por hablado cuesta bastante. El ordenador me escribe “emes” y otras cosas sin mi permiso. Me he apuntado a um curso de surf. Em tres días he aprendido el saludo surfero, (al principio pensaba que era el saludo de alguna banda). A veces me tengo em pie aunque no tiene mucho mérito porque me han dado uma tabla que tiene más metros cuadrados que algunos pisos que yo conozco.

Pronto me iré a Argentina y luego a Chile. Llevo medio viaje y a veces tenga ganas de sentarme em mi sillón de casa y tomarme um té. Lo que pasa es que no tengo eso llamado “mi sillón de casa”. Otras veces querría tener más tiempo para viajar. Un dia, um niño em triciclo que regresaba del paseo de Montevideo (la Rambla) con su padre se quejaba porque ahora la pendiente era cuesta arriba. El padre le dijo que eso le iba a pasar siempre em la vida, después de uma cuesta abajo siempre vendría una cuesta arriba. El problema es cuando no sabes si estás subiendo o bajando.

viernes, enero 18, 2008

Crónica de un viaje II. Cabo Polonio





De Montevideo me fui a Cabo Polonio, el lugar más hippie de los últimos tiempos. Todos sus habitantes son en realidad ocupas, pues el propietario del terreno es el estado. Y el estado no ha llevado la luz eléctrica, ni el alcantarillado, ni el agua corriente. Cada casa tiene su pozo, su generador o placa solar, duchas com hilos de agua. Tiene el cabo Polonio una canción escrita por Drexler y dos playas, la sur y la norte. Según sople el viento se está mejor en una u otra. Así que siempre sabes dónde estará la gente. Y por qué. Esto último, por ejemplo, nunca llega a saberse al entrar en algunos bares de Madrid.


En Cabo Polonio no falta el típico bar com buena terraza y musica chillout o como se escriba. Pusieron a Chambao uma tarde. Em Uruguay también oyen a Sabina y a Eskape. Tengo que alegar que esas músicas ya estaban allí cuando llegué y el dinosaurio despertó.

En Cabo Polonio también hay una lobería, colonia de lobos de mar, que se explotó (los mataban um poco) hasta 1975. Antes intentaron que no se redujera tanto la población matando sólo a los machos y para que los cazadores demostraran que eran de machos las pieles tenían que guardar los penes. Los guardaban em uma especie de gorra que llevaban sobre la cabeza. Esto da para muchos chistes pero no sé si alguno bueno.

Em Uruguay todo es pequeño. En mi guía sus autores lo llaman “el paisito”. Al aperitivo que te dan en los autobuses de larga distancia lo llaman “el copetín” y a veces te llaman “caballero”. No termino de acostumbrarme. Lo que más me gustó de Montevideo fue el largo paseo que tienen junto al Río de la Plata. (el agua del río es marrón, sus razones históricas creo que tienen).

miércoles, enero 16, 2008

Crónica de un viaje I

esto te ponían en algunos bares de Montevideo al pedir un café

Estoy vago y voy a tirar de archivos. Hace como un año me fui de viaje por Sudamérica y tomé algunas notas. Ya en Brasil me metí en un cibercafé que no me dejaba escribir todas las "enes" que quería y escribí una especie de crónica. Me hubiera gustado escribir una crónica de viajes como las de Julio Camba pero salió esto:


A veces, algunos jubilados de mi pueblo, cuando regresaban de excursiones en las que podían haber visitado París, Venecia, Florencia y Roma, a la pregunta de “y qué tal el viaje?'' podían responder: "hemos comido muy bien". Y yo también puedo decir que he comido muy bien. Pedazos de vaca que no sé cómo se llamaban, buen pescado, zumos de frutas que solo conoceré en versión líquida... He comido bien y barato, porque es difícil resistirse al ejercicio de pensar cuánto costaría lo mismo en Espana.Yo, por ejemplo, ya sé cuánto cuesta una taladradora en Montevideo. Ahora me queda saber cuánto cuesta en nuestro país. Son cosas de extranjeros o de jubilados patrios a los que el euro hizo um poco forasteros em su tierra y los pegó a uma calculadora de por vida. Aparte del precio de las taladradoras de Montevideo también sé que en algunos sitios, al ponerte el café, te lo sirven em una bandejita com un chupito de zumo de naranja, agua com gas y algún dulce. Que muchos hombres van descamisados por calles que vendrían a ser el equivalente a la Gran Vía. También sé que un porcentaje de gente nada desdeñable (cuantifica tú “desdeñable”) anda por la calle con su termo y su pipa de mate o como se llame. He llegado a ver gente com el termo em la mano conduciendo y un conocido dijo que vio a uno en bici. Me lo creo. Así que bastante gente se pasa la vida cebando el mate, que es lo que hacían en "Rayuela" cuando no buscaban a la Maga.

Simplificando como turista que soy y por lo tanto con derecho a las simplificaciones podría decir que Montevideo es como Buenos Aires en modesto y con gente más tranquila. Supongo que cualquier uruguayo estará en desacuerdo pero yo soy turista.

Luego sigue

Encuentros con un notario III

La verdad es que no le di propina al notario, aunque me hubiera gustado. Tras despedirnos me fui a “secretaría” y pregunté lo de cuánto se debe. Fue algo así como “234,32 €”. ¿Por qué esa cifra y no otra? No lo sé. Quiero creer que al fondo del pasillo el notario tiene contratado un poeta surrealista, si un poeta así es contratable, y el poeta le va escribiendo facturas como le podría escribir endecasílabos.

Y desde ese día pasé a formar parte de una modesta productora, Ronroneo Films, que ya ha perpetrado algún que otro corto y esperemos perpetre alguno más.

martes, enero 08, 2008

Encuentros con un notario II

un notario contándole un chiste sobre solares a su señora

Uno de los principales funciones de un notario es dar fe de que la realidad es la realidad y de que uno es uno. Yo creo que eso lo haría mejor mi madre que un señor con barba, traje de marca y dientes torcidos que no me ha visto en la vida, pero la ley es la ley. Pese a ello creo que la figura del notario es necesaria en este mundo de soñadores. Lo malo es que la figura del notario es la que es y no la de una morenaza curvilínea, pero la ley es la ley, dicen. El notario cimienta el mundo y nos constata que lo evidente es evidente y que tú eres tú, y a mí, que no sé quién soy muchos días, me viene bien tener a un notario cerca para decirme que sí, que eres tú, pese a todo, no te preocupes. Es agradable pero un poco caro. Si no tendría mi propio notario.


Porque al conocer a mi primer notario he descubierto que lo yo quería de niño no era el barco pirata de los clips. Yo quería un notario para luchar contra todos esos que negaban la evidencia. Para defenderme de los tramposos que decían que me habían visto cuando jugábamos al escondite y no era cierto. Con un notario podría rebatir a mi anciano vecino Bartolomé, que en el corrillo de ancianos que se formaba cerca de mi casa, negaba el movimiento de la Tierra. Este era el argumento de Bartolomé: él tenía una viña en la finca de las Pedreras y su viña, desde que el tenía uso de razón, había estado en el mismo sitio, vamos, en las Pedreras. Ergo, la Tierra no se movía. O Bartolomé no tenía uso de razón. Ah, si yo hubiera tenido mi notario. (el “ah” es nostálgico”). Se lo hubiera soltado a Bartolomé para que no siguiera diciendo todas esas chorradas. pero no lo tenía así que me conformaba con molestarlo tocándole el timbre de su casa. Lo malo es que aparte de formación científica Bartolomé carecía de timbre y yo a la aldaba no llegaba.

Pero ahora sí, ahora estaba con un notario para mí solo. Y el Notario me explicó de nuevo algunas cosas que seguí sin entender. Me enternecía ese señor, tan interesado en que yo comprendiera los vericuetos de aquellos papeles. Para compensarle por el esfuerzo me dieron ganas de explicarle las funciones del runing gag o la innovación que había supuesto Seinfield en el mundo del guión. Pero no lo hice y eché tres firmas y el Notario volvió a decepcionarme. Yo esperaba que sacara una lupa y las escrutara para asegurarse que yo no era un impostor que decía llamarse Félix y firmaba como tal. Pero ni siquiera las miró.

Después cometí un primer error. Le dije eso tan de mi tierra de “qué se debe”. Me miró como herido, como si hablar de dinero en una notaria estuviera mal. Les suele pasar a la gente que tiene mucho dinero, les parece de mal gusto hablar de él. Aunque hay otros que tienen mucho dinero y no hablan de otra cosa. Prefiero a los primeros, la verdad. El Notario me dijo que “eso” fuera, en secretaría. Y me extendió su mano y hasta sonrió con esa sonrisa tan poco notarial.

Entonces, lanzado en un mundo de desaciertos, cometí mi segundo error. Saqué una moneda de dos euros y se la di, diciéndole.
-Tome, esto para usted.
¿Por qué lo hice? No lo sé. El Notario tampoco, pero me miraba desconcertado. Creo que era la primera vez en su vida que intentaban darle propina.

continuará